martes, 21 de julio de 2009

La solidaridad de los pudientes




El 29 de julio de 2009 se cumplirán ya 9 años de la muerte del Dr. René Favaloro, una de las figuras más destacadas de la ciencia mundial, a quien deben sus vidas hoy en día probablemente un gran porcentaje de los enfermos de corazón del mundo.

René Favaloro significó en Argentina y en el mundo no solo un ejemplo de profesional, sino que su ética, su honestidad y su lucha silenciosa, lo convirtieron en un ícono de la lucha contra la corrupción en su país, a la que combatió hasta su último instante, a la que entregó lo más valioso que tenía a modo de pacto: su vida.

Favaloro creyó que su muerte implicaría un fuerte llamado de atención al pueblo en general y a los gobernantes, en especial, sobre lo delicada de la situación del sistema de salud argentino y, específicamente, de la Fundación que había sido fruto de sus sueños: la Fundación Favaloro.

Hoy, casi nueve años después de la desaparición del Dr. René Favaloro la situación a nivel general no solo no ha mejorado, sino que parece haber empeorado severamente. La sucesivas crisis económicas que ha vivido nuestro país, sumada a la crisis global actual han llevado a un desmoronamiento total de todos los índices de la economía, ocultado por el Estado mediante el manejo arbitrario de la estadística oficial.

La situación actual ha llevado a que la Fundación Favaloro, probablemente en busca de financiamiento, haya decidido involucrarse con el empresariado local, en este caso con la cadena de supermercados Coto, que en todos sus locales, ofrece la posibilidad a los consumidores de donar una porción de su vuelto a la Fundación Favaloro.

Todos aquellos que alguna vez hemos comprado en dicha cadena de supermercados y hemos tomado la decisión de donar un porcentaje de nuestro vuelto a la Fundación Favaloro probablemente hayamos sido engañados de la siguiente manera: una vez que los cajeros nos preguntan si queremos realizar la donación y nosotros aceptamos, nos entregan el ticket de la compra. Del ticket emitido, en referencia a la donación, no surgen los datos de las partes del contrato, que serían el donante (el cliente) y el donatario (supuestamente la Fundación Favaloro). Únicamente aparece la palabra “Donación” y el importe que se donó, pero no surge ni quién donó ni a quién se donó.

En estos términos, la donación, no se entendería como hecha a la Fundación Favaloro, sino a Coto, quien después probablemente done en su nombre a la Fundación Favaloro la plata que todos los consumidores hemos decidido voluntariamente donar a la Fundación.

Claro, me dije al principio, emitir un ticket con los datos de todas las partes, seguramente sería un poco complejo, aunque después, pensándolo mejor, razoné: si uno paga con tarjeta de crédito (o de débito), sus datos aparecen en el ticket y, además, uno debe suscribir dicho documento, por lo que el procedimiento en el caso de este tipo de donaciones debería ser similar. No implicaría un costo enorme para Coto, sobre todo si tenemos en cuenta su “voluntad solidaria”.

Veamos un poco qué dice el Código Civil al respecto.

En este sentido, el Art. 1815 establece: “La donación de cosas muebles o de títulos al portador puede ser hecha sin un acto escrito, por la sola entrega de la cosa o del título al donatario”.

Es decir, en este caso resulta claro que COTO se coloca en el lugar del donatario (que como dije sería la Fundación Favaloro), ya que si la entrega de la cosa mueble donada (en este caso dinero) no se hace de manera directa, el contrato de donación debe formalizarse por escrito, con todos los recaudos que ello trae aparejado: lugar y fecha de celebración, las partes del contrato, su objeto, entre otros.

A su vez, el Art.1816 dispone: “Para que valgan las donaciones manuales es preciso que ellas presenten los caracteres esenciales del contrato, y que la tradición que las constituye sea en sí misma una tradición verdadera”.

Lo que no ocurre en el asunto en examen, porque la verdadera tradición (o “entrega” para quienes no son letrados) lo es únicamente, para las donaciones no escritas, al real beneficiario de ellas, en este caso, la Fundación Favaloro.

Actuando de esta manera, lo más probable es que COTO C.I.C.S.A. obtenga por parte del Estado un crédito fiscal, un certificado emitido por la AFIP que permite a las empresas descontar o cancelar todo tipo de impuestos nacionales, por el importe fijado en los mismos.

De esta manera COTO se encontraría incurriendo en un claro enriquecimiento ilícito, no solo porque estaría realizando donaciones en su nombre con dinero que no le pertenece, sino que obtiene de esta manera la posibilidad de acceder a beneficios fiscales, en una abierta defraudación a las arcas públicas.

Asimismo, es menester destacar que, aún en el caso de que las donaciones fueran computadas válidas (ya sea porque se busque solucionar estas graves irregularidades o porque una decisión judicial así lo determine), lo cierto es que arrojan resultados ineficientes a nivel global.

En este sentido, mientras que la Fundación Favaloro en el corto plazo de tiempo que transcurrió desde el inicio de este proyecto recaudó la suma aproximada de $2.000.000 (pesos dos millones) es infinitamente superior la suma que el Estado deja de percibir de parte de COTO, ya que éste podrá cancelar un alto porcentaje de impuestos por el certificado de crédito fiscal, perjudicando de esta manera no solo a la población en general, sino al sistema de salud pública, que es el que verdaderamente debe estar protegido por el Estado en su carácter de garante de la salud pública y ejecutor de las políticas de policía sanitarias.

No está mal que un empresario como Coto tenga conciencia social y quiera ayudar al desarrollo y progreso de una institución tan prestigiosa como la Fundación Favaloro. Lo malo (o vergonzoso, mejor dicho) es que pretenda obtener esta clase de beneficios a costa de los consumidores.

Si realmente Coto pretende realizar un acto de beneficencia que lo haga con dinero propio. En ese caso sí se justificaría que acceda a algún tipo de crédito fiscal.

De lo contrario, como ya dije, los únicos perjudicados terminamos siendo todos, ya que todo el dinero que el Estado deja de recaudar de Coto (en este caso, ya que debe haber muchísimas empresas que cometen las mismas artimañas) es dinero que no se destina a su verdadera finalidad: el desarrollo de la salud pública.

Se estaría privilegiando de esta manera a la salud privada por sobre la salud pública, que constituye uno de los derechos constitucionales por excelencia y, quebrantando uno de los postulados del Preámbulo de la Constitución Nacional y sobre los que se intentó construir un país igualitario: “…promover el bienestar general…para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”.

Atento a las consideraciones expuestas, por favor no realice más donaciones de este tipo antes de cerciorarse de que no lo están engañando, pues, como dice un viejo y conocido refrán, en este país, no todo lo que brilla es oro.

jueves, 9 de julio de 2009

Yo te juro Patria mía.




En el día de la Independencia de nuestro bendito país quiero compartir con Ustedes un poema que, si bien lo escribí hace ya algunos años, continúa en plena vigencia.


Ya no cabe hipocresía
se jugaron tu entereza
nos robaron la alegría
nos dejaron la pobreza.

Yo te juro Patria mía
esa escoria acabaré
y hasta no verla vencida
día y noche lucharé.

Por tu gente silenciada
por tu gloria y el laurel
lucharé yo, Patria mía,
y jamás descansaré.

Muchos hablan del exilio
del futuro en otras tierras
de lo mucho que robaron
de lo poco que nos queda.

Hoy tus calles van vacías
solo quedan unas pocas
justicieras, agresivas,
vengadoras, cacerolas.

sábado, 4 de julio de 2009

Sobre la modernidad (con aportes fundamentales de Ramona)


"Dia de Piquete" de Karin Godnic

Hace algunos días inicié la lectura de un libro llamado “Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad”, de un sociólogo norteamericano, Marshall Berman.

En el libro, el autor comienza describiendo a la modernidad en los siguientes términos: “Hay una forma de experiencia vital –la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a este conjunto de experiencias la `modernidad´. Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y experiencias modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx,` todo lo sólido se desvanece en el aire´” (Berman, 2008:1).

En este punto, debo confesar que jamás había leído una definición tan precisa sobre la modernidad. Una que la define, no solo como un simple período de la historia, sino como una experiencia, como una forma de vida que nos atrapa a todos por igual, nos une y desune, hace por lo menos 500 años.

En este sentido, no es casual que los inicios de la modernidad se den allá por los fines Siglo XV. La confrontación entre el tiempo y el espacio, si bien ya era discutida por los griegos en la antigüedad, en forma práctica comenzó a desarrollarse en la realidad a partir del descubrimiento de América, a partir de la confirmación de la teoría de que el mundo era redondo, a partir de que el conocimiento humano se expandiera ilimitadamente modificando todo el pensamiento contemporáneo a su época.

La modernidad, podemos decir, lanzó al mundo a lo desconocido. Con ella comenzaron a forjarse por primera vez los conceptos que hoy rigen nuestras vidas: el “sistema”, concebido como un todo ordenado hacia la deshumanización del hombre mediante tácticas supuestamente implementadas por organismos superiores a través de los años para oprimir al hombre y extraer de él su verdadera fuerza de trabajo a cambio de nada (o de poco, que es lo mismo), el industrialismo, el capitalismo, la evolución de las especies, entre otras.

Las ciudades, emblemas de la modernidad y espacio en la cual se expresa con peculiar intensidad, fueron ampliamente conceptualizadas. Simmel (1986:253) define la vida en las ciudades como: “En ella (en la gran ciudad) se encumbra en cierto modo aquella consecuencia de la aglomeración de hombres y cosas que estimula el individuo a su más elevada prestación nerviosa; en virtud del mero crecimiento cuantitativo de las mismas condiciones, esta consecuencia cae en su extremo contrario, a saber: en este peculiar fenómeno adaptativo de la indolencia, en el que los nervios descubren su última posibilidad de ajustarse a los contenidos y a la forma de vida de la gran ciudad en el hecho de negarse a reaccionar frente a ella; el automantenimiento de ciertas naturalezas al precio de desvalorizar todo el mundo objetivo, lo que al final desmorona inevitablemente la propia personalidad en un sentimiento de igual desvaloración”.

Nuestro mundo nace con la modernidad. Se nutre de los conceptos elaborados por civilizaciones antiguas para crear una nueva realidad que se extiende hacia todas las direcciones y confluye siempre en un mismo punto: el rol del ser humano.

Los principales artistas del renacimiento europeo, como Leonardo o Miguel Ángel o el Dante, representan importantes íconos del inicio de la modernidad. Su arte ha surgido como una manifestación hacia ese nuevo mundo que se les estaba presentando y no sabían definir. Un número indeterminado de objetos e ideas nuevas revolucionaba su entorno y su arte nacía como un manifiesto en contra de lo que, ya en aquélla época, podría comenzar a definirse como el sistema.

Es que el principal dilema de la modernidad es que el ser humano se siente atrapado por la realidad, pero a la vez se siente muy libre. Esa dicotomía entre libertad y represión es la que lo coloca sobre arenas movedizas, la que provoca que prime el escepticismo en las filosofías de vida y la que promueve que todos los fundamentos que eran considerados como sólidos se hayan desvanecido en el aire.

Justamente el hecho de que todo lo que sabemos o todo lo que tenemos tiene una existencia incierta, es indicativo de que muchos de los pilares sobre los que se encuentra asentada nuestra sociedad son de un significado frágil.

El individualismo y la autosalvación solo conducen al estado de guerra Hobbesiano. Recuperar las bases de un pensamiento colectivo, que fundamente y dé un marco para la vida grupal es elemental para superar las opresiones que los sistemas modernos plantean.

Bibliografía:

1. Marshall Berman (2008), "Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad", Siglo Veintiuno Editores, México.

2. Georg Simmel (1986), “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, Barcelona.