miércoles, 3 de junio de 2009

Nosotros hacemos, robamos, pero hacemos




Históricamente gran parte de la sociedad argentina ha tratado de justificar la conducta de nuestros dirigentes políticos escudándose en la lamentable insignia del “Roba, pero hace”. De hecho, a mi criterio, el slogan de campaña de la fórmula Kirchner-Scioli apunta a la gente, que por desgracia es mucha, que tiene este tipo de pensamiento mediocre.

Es que justamente este tipo de razonamiento no hace más que reafirmar la mediocridad en la que nuestro país ha caído en todos los niveles, político, social y cultural.

De esta manera, hoy en día, se habla del “honestismo” más como una virtud cardinal que como un deber de quienes ostentan el manejo de la cosa pública, cuando por el contrario, estimo, que el horizonte a seguir por quien se ufana de ser “representante del pueblo”, debe ser el de constituirse en un funcionario idóneo, justo y eficiente, y que, su honestidad, debe desempeñarse en todos los ámbitos de su vida, no solo en el ejercicio de sus funciones.

Hace muy pocos días se dio un caso paradigmático en el Parlamento Británico cuando su líder, Michael Martin, se vio envuelto en un caso de corrupción. Al parecer, algunos legisladores británicos usaban dinero público (conocido en argentina como dieta de los legisladores) para mantener sus piscinas y pagar la comida de sus mascotas.

La cuestión es que, al verse envuelto en tamaña discusión, el Presidente de la Cámara de los Comunes tomó la decisión de renunciar a su cargo, convirtiéndose de esta manera en el primer “speaker” que dimitió a su cargo en más de 300 años (fuente: http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=23578).

Justamente, su decisión de dimitir, la tomó debido a la fuerte presión pública ejercida por el pueblo británico que, lejos de ampararse en lamentable “Roba pero hace” pidió la cabeza de su líder.

¿Es que acaso no nos damos cuenta de que las instituciones funcionan así? En Grecia, la cuna de la democracia actual, un gobernante corrupto si era descubierto, no solo debía renunciar a su cargo, sino que a su vez era desterrado de la polis de por vida, lo que constituía el peor castigo para un ciudadano griego.

Este es el tipo de pensamiento al que debiéramos apuntar. El de exigir a nuestros representantes el ejercicio pleno y eficiente de sus funciones o, de lo contrario, garantizar que serán juzgados por sus actos de corrupción y que cumplirán una condena firme en prisión.

Ahora bien, teniendo en consideración la conducta asumida por este legislador británico, me pregunto yo: ¿Qué hubiera pasado en Gran Bretaña con Pontaquarto y sus secuaces? ¿Seguirían sueltos, vivitos y coleando?

Considero que debe haber un cambio rotundo en el pensamiento argentino respecto de la honestidad de nuestros representantes. Hasta que el “Roba pero hace” no sea desterrado de nuestro vocabulario político nada de esta realidad lamentable va a cambiar. Pongámonos a pensar seriamente, que en un país del primer mundo, lo que aquí ocurre semanal o diariamente, solo aconteció una vez en más de 300 años.